¿Cuándo vale la pena declarar un empate con tus aspiraciones?
Una reflexión para saber si es conveniente poner en pausa algún objetivo
El mundo en el que vivimos, vertiginoso y demandante, nos tiene acostumbrados a la creencia resumida de que solo existen dos resultados posibles ante un desafío de nuestro entorno personal, familiar o profesional: ¡O ganas o pierdes! Parece decirnos, con fiereza, nuestro contexto.
Desde luego, a todos nos gustaría "ganar" en la vida; la mayoría desea superar sus desafíos y lograr sus anhelos. Muy pocos escogerían, por sí mismos, la derrota. Es cierto que en esta última hay muchas cosas que podemos aprender, pero nadie se siente a gusto, pleno y realizado en medio del fracaso. No es un estado emocional que nos brinde la puerta directa a la realización. Puede ser una llave, pero no en sí misma la entrada a la satisfacción personal.
Hoy quiero platicarte que en este mundo exigente que experimentamos sí existe una tercera opción en el escenario de las posibilidades ante nuestros logros: muchas veces es más conveniente declarar, a tiempo y con sabiduría, un empate ante ciertos desafíos, retos y expectativas.
Es cierto que cuando nadie gana, todos pueden hacerlo tarde o temprano. ¡Acompáñame en esta reflexión!
Una referencia, la partida de ajedrez
Vamos a pensar en el ajedrez, el juego de estrategia que ha acompañado a los seres humanos durante más de un milenio. El objetivo es claro: ¡derrotar al oponente conquistando su rey y defendiendo el nuestro a toda costa!
¡Pudiera pensarse que es sencillo, pero pocas disciplinas mentales exigen tanta concentración, autoconocimiento y proactividad por parte de un jugador! Cada movimiento puede acercarnos o alejarnos del objetivo; la estrategia es vitalmente milimétrica para aprovechar la ventaja y hacerse con el triunfo por encima del oponente.
En este juego de rivalidad confirmada, existe la posibilidad del empate. No solo se gana o se pierde. Cuando no se puede avanzar, o en el momento en que se pierden las fuerzas necesarias, o tal vez en el instante donde no hay posibilidad de avanzar ni de ser formalmente atacado, los jugadores pueden acordar, con la venia de los jueces y la regla de competencia que se implemente, unas merecidas "tablas".
Esta decisión salomónica brindará a cada jugador medio punto, que es mejor que nada dentro de una competencia en regla. En épocas más antiguas, un empate en el juego equivalía a un nuevo intento posterior para lograr un desenlace con victoria. La partida tenía que repetirse: ¡buena analogía de lo que hoy deseo expresarte!
¿Qué pasa con la vida real?
Consideremos que estás en búsqueda de un objetivo determinado. Lo has perseguido con todas tus fuerzas; durante mucho tiempo has intentado diversas estrategias sin alcanzar el apreciado éxito. Por muy variadas razones, internas y/o externas, no te ha sido posible alcanzar lo que buscas con esmero, y estás, francamente, perdiendo la paciencia. Sabes que si continúas empujando, acabarás en el despeñadero. Pero te sientes tentado a hacerlo, porque te han dicho que solo hay dos alternativas: ¡o ganas y alcanzas tu gloria, o pierdes y saboreas la tierra en tu rostro!
Declarar un empate contigo mismo y con tu desafío, haciéndolo a tiempo sin consumir todas tus fuerzas y energías, puede representar no un premio de consolación, sino un respiro. Declarar un empate significaría asumir que, por ahora, en este momento, por diversas razones no te es posible continuar. No es un abandonar, no es como tal una derrota. Porque el objetivo habrá de seguir, firme en tu mira. Es una pausa posible para recuperar motivación y, con renovadas fuerzas, acometer en una batalla final lo que anhelas, aún a costa de tus resistencias, zonas de confort o dudas más profundas.
La alternativa que te propongo entender ahora, desde tu interior, es que decirte a ti mismo que "por ahora no" es completamente distinto a afirmar un "nunca será para mí".
Declarar un empate en este sentido no es "procrastinar". Afirmar que, en este instante, no te es posible continuar no es derrotarte a ti mismo, pues solo se trata de suspender la posibilidad del triunfo por una temporalidad determinada y, sin saborear la derrota definitiva, comprender que tu momento puede lograrse después. Que esta pausa era necesaria es parte del propio camino de aprendizaje en el que te encuentras.
Postergar la gratificación
Cuando uno revisa una de las principales características de personalidad presente en los "emprendedores" actuales, aparece, sin controversia alguna, la tolerancia a la frustración y la perseverancia ante los objetivos planteados. Hablamos entonces de la capacidad de postergar, durante un cierto tiempo, la gratificación que se produce internamente ante el logro de objetivos determinados.
Saber esperar el mejor momento para tomar la cresta de la ola es una gran virtud de quienes se dedican a montar el mar en sus respiraciones y exhalaciones. ¡De ellos podemos aprender!
Algunos le llaman "timing" a declarar sabiamente un empate; aprender a reconocer y aprovechar el mejor momento, tal vez el único instante, en el que podemos, haciendo gala de nuestras fuerzas y posibilidades, alcanzar lo que nos hemos propuesto. Decir "ahora no", para mañana poder decirnos, con logro y satisfacción profunda, "ahora sí".
Pensemos en este empate como un "stand by" que te facilite hacer acopio de recursos internos y oportunidades del contexto para finalmente ganar en la partida de tu vida.
Te dejo de tarea pensar en lo siguiente: ¿En qué aspectos de mi vida personal, familiar y profesional convendría declarar un empate?
¡Nos leemos pronto!