Hoy la reflexión tiene momentos que vale la pena considerar.
1. Identificar el desafío. Hablemos del elefante en la habitación. ¿Qué debe hacer un líder cuando presencia cierta apatía o una búsqueda del bienestar individual por encima de los objetivos y el bien común de una organización, comprometiendo su futuro?
2. Respuesta corta: ¡Debe actuar de inmediato!
3. Reflexión sobre la respuesta: Demorar una intervención oportuna puede tener un alto costo en diversos aspectos. Un líder, entendiendo la dignidad personal, no puede perder de vista la sostenibilidad de la organización, aunque eso implique desvincular a un colaborador cuya actitud y acciones ponen en riesgo su futuro inmediato. Sin embargo, es importante matizar esta idea a lo largo de la reflexión. ¡Vamos a ello!
4. Contexto que justifica la respuesta.
Aquellos que hemos tenido la responsabilidad de liderar equipos hemos sido testigos de cómo, en numerosas ocasiones, ciertos colaboradores profesan "llevar puesta la camiseta" alardeando de su compromiso con los valores institucionales, pero sus acciones revelan lo contrario.
Estas conductas, en el mejor de los casos, no solo obstaculizan el desarrollo de la organización, sino que se convierten en riesgos operativos, productivos y financieros. Decir que alguien tiene "amor por la organización" no garantiza que exista una "afectividad operativa" enfocada en su mejora o en el crecimiento personal, sobre todo en momentos difíciles donde la resiliencia se convierte en una herramienta fundamental.
Hay fases en las que los colaboradores aportan gran valor agregado a una organización, y otras en las que su aporte disminuye. No asumir esta realidad puede suponer un riesgo para la viabilidad de la institución y para la autoestima del colaborador, quien, sumido en una espiral de negatividad, puede percibir cada exigencia como un ataque personal.
¿Cuántas instituciones han fracasado por la falta de inteligencia emocional y sensibilidad de sus colaboradores o directivos?
En tiempos recientes, se ha puesto mucho énfasis en la percepción de los colaboradores como un indicador de la salud institucional. Las encuestas de clima laboral, por ejemplo, son útiles para hacer ajustes favorables. No obstante, no todo depende de la percepción individual, especialmente cuando los indicadores clave de desempeño (KPI) señalan la necesidad de acciones inmediatas para evitar un colapso.
¿Están los colaboradores dispuestos a reconocer, con madurez emocional y profesional, que su comportamiento puede afectar los objetivos comunes y la propia organización? ¿Aceptarían que su actitud ha causado un daño significativo?
En mi experiencia, pocos colaboradores estarían dispuestos a reconocer su error y corregirlo. La mayoría tiende a culpar a otros, a los procesos o a los sistemas administrativos, adoptando una postura de victimización que niega su evidente bajo rendimiento. Este estribillo, que parece ser recitado como versículo, de "no soy yo el problema" se convierte en una barrera que obstaculiza cualquier mejora.
Reflexionar sobre el momento actual no significa desmerecer los logros pasados. Sin embargo, éxitos anteriores no compensan una baja de rendimiento que compromete la estabilidad de la organización. ¿De qué sirven las glorias pasadas si en el presente se actúa con desidia frente a los desafíos? ¿De qué sirve proclamar "amor por la organización" si las acciones no lo respaldan?
Es fácil, en la complejidad actual, descalificar a la institución y justificar resultados mediocres bajo el amparo de "tiempos mejores".
Es responsabilidad de los líderes tomar decisiones difíciles para garantizar la sostenibilidad futura, aunque esto implique la desvinculación de ciertos colaboradores. Estas decisiones no son populares ni fáciles, pero son necesarias para evitar que la organización fracase.
El liderazgo organizacional exige mucho, y no estamos exentos de errores en el proceso. No obstante, siempre debemos mantener una actitud reflexiva que nos permita iluminar el camino, aunque este se presente oscuro y lleno de obstáculos.
¡Nos leemos pronto!