En cualquier organización, el cambio es inevitable. Ya sea por la necesidad de innovar, ajustarse a nuevos contextos o enfrentar crisis, los líderes se ven en la posición de promover transformaciones que no siempre serán bien recibidas. Uno de los mayores desafíos es la resistencia al cambio, que surge de la naturaleza humana de querer mantener el status quo, una zona de confort donde lo conocido prevalece y lo incierto es visto con recelo. Pero, ¿cómo afecta esta resistencia a la toma de decisiones? Y, más importante aún, ¿qué sucede cuando esas decisiones son difíciles o incluso impopulares?
La resistencia al cambio es multifacética. No solo se trata de temor a lo desconocido, sino también de la percepción de pérdida: pérdida de control, de identidad o de estabilidad. Cuando un líder introduce un cambio significativo, como una reestructuración organizacional o la implementación de nuevas tecnologías, se desafía la estructura establecida y los roles de quienes la habitan. Aquí es donde la toma de decisiones se torna crítica. El líder no solo está gestionando el proceso de cambio, sino también navegando a través de las emociones, inseguridades y posibles oposiciones que emergen.
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