Liderar exige mucho más que tomar decisiones difíciles: requiere conocerse en profundidad y gestionar las propias emociones para convertir los desafíos en oportunidades. La resiliencia del liderazgo se forja en la capacidad de autogestión, es decir, en el dominio consciente de nuestro temperamento, carácter y personalidad. Este conocimiento interno permite enfrentar el secuestro emocional y el autoboicot, transformando cada obstáculo en un peldaño hacia el crecimiento personal y profesional.
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