Lo que Fray Bartolomé de las Casas puede enseñarle a los oradores públicos
5 pautas para tu desempeño
Hay cosas importantes que uno se encuentra casi casi de pasada. Sin quererlo, en muchas ocasiones más de las que se piensa, uno encuentra. Te cuento que hubo un día de serendipia donde tuve un verdadero descubrimiento que deseo compartir brevemente con ustedes.
Acostumbro revisar casi de forma diaria diversas columnas y editoriales en los principales medios informativos on-line de México; consultando una columna sobre opinión y crítica política (puede verse aquí) me encontré con una rápida referencia que me pareció excelente para marcar un breve programa de acción para conferencistas en desarrollo o para todos aquellos oradores que gustan de preparar de forma adecuada su mensaje.
Si bien el autor del texto en la columna de prensa utiliza los argumentos de Fray Bartolomé de las Casas para su tema político, creo que nosotros podemos adaptarlo para los fines que nos interesan.
Fue tanto el impacto de lo que de refilón aprecié que me avoqué a buscar, como acostumbro, la fuente original. Si bien localicé el texto, me encontré, también de paso, con una breve presentación y comentario del Fraile Dominico cuya relevancia histórica sigue latente en Latinoamérica, pluma de Gabriela Zengarini O.P. Extraigo de dicho aporte lo que me captó en la primera vista y me permito después hacer algunas precisiones relacionadas a la labor del expositor frente a su audiencia desde esta perspectiva.
Que los oyentes comprendan que los predicadores de la fe no tienen ninguna intención de adquirir dominio sobre ellos con la predicación.
Que los oyentes entiendan que no los mueve a predicar la ambición de tener.
Que los predicadores se comporten de tal manera dulces y humildes, afables y apacibles, amables y benévolos al hablar y conversar con sus oyentes, que estos quieran oirlos gustosamente.
Que tengan el mismo amor de caridad con que Pablo acogía a todos los hombres del mundo para que se salvaran.
Que se tenga una vida ejemplar resplandeciente con obras de virtud, sin ofensa de nadie, totalmente irreprensible.
5 pautas para tu desempeño como orador público
Creo que aquí hay toda una hoja de ruta para un comunicador eficaz con su audiencia. Si bien el objetivo Evangélico del fraile no debe desestimarse, y no es lo mismo la calidad de su mensaje en cuanto contenido (Cristo, la Buena Nueva) que los mensajes que nosotros articulemos, podemos retomar una modalidad que nos apoye frente a nuestras audiencias y ante nuestros objetivos de comunicación. Veamos:
No debe buscar el conferencista relevelarse como un "manipulador" de audiencias. Su convencimiento hacia sus oyentes parte del interés por comunicar la verdad del mejor modo posible y utilizando todas las herramientas y capacidades disponibles. Como digo en otras ocasiones, "debe brillar el mensaje" más que el mensajero, he ahí el arte de comunicar de forma efectiva y contundente.
No comunicamos nuestros mensajes, aunque a ello nos dediquemos, por el único interés monetario de una remuneración. Debe existir un claro objetivo de aprendizaje, de formación más que de información, que sea comunicado a la audiencia a modo de una expectativa de utilidad para el contexto inmediato de quienes nos escuchan. Trabajamos por el beneficio de quienes nos escuchan y eso conlleva nuestro propio beneficio. Revelarnos en sentido inverso significaría cumplir en sentido negativo la advertencia de Fray Bartolomé. Cuidado, pues, con la autopromoción y ostentación de uno mismo como la panacea para cualquier temática frente a una audiencia.
Los conferencistas debemos emplear todas nuestras capacidades y habilidades para agradar a nuestras audiencias. No con la finalidad de "echarnos" la audiencia al bolsillo sino para que, mediante nuestra persona y nuestros conocimientos, podamos hacer contacto entre el mensaje que deseamos comunicar y el auditorio que está necesitado de aquello que podemos compartirle.
Los conferencistas efectivos requieren especialmente mostrarse humanamente dispuestos ante su audiencia, cumplir en ellos aquella frase atribuida a Terencio: "Hombre soy, nada humano me es ajeno". Un expositor cercano, disponible, accesible, será siempre un valioso apoyo al mensaje en sí mismo considerado. La cercanía y disposición es una forma de comprobar el "amor" del conferencista por quienes le escuchan. Definitivamente soy partidario que esto se transmite en modo directo a la conciencia y sensibilidad de la audiencia que gentilmente nos escucha. Esta amorosa disposición brindará un marco de referencia al mensaje y apoyará el aprendizaje y reflexión en quienes nos escuchan. Atendemos principalmente a quienes se interesan por nosotros y nos lo hacen patente. No debemos olvidarlo.
Un conferencista integral debe ser un ser humano integral, debemos preocuparnos por nuestra persona y lo que nuestra persona comunica a otros. No solo es un tema de cuidar la "reputación" y "fama" ante la audiencia y los posibles organizadores de eventos que el día de mañana piensen en nosotros como "comunicadores" para sus mensajes. Debemos, como nos recomienda el buen fraile, vivir una vida intachable, ser irreplensibles en virtud de que, buscándolo o no, nos solemos revelar ante la audiencia en ocasiones como un ejemplo de aquello que comunicamos. Gran responsabilidad, no cabe duda.
Ojalá encuentres, si has venido de pasada y tienes tu momento de serendipia, en estas líneas una reflexión interesante que te ayude a pulir tu presencia frente a la audiencia. Para mí ha sido considerablemente enriquecedor este encuentro fortuito con algunas palabras escritas hace más de quinientos años.
¡Nos leemos pronto!