Después del invaluable momento formativo que viví en mi preparación como Coach Dialógico, hace ya varios años a través del programa de formación recibido, considero que cuento con algunas luces para poder esbozar un panorama de ejercicio profesional, ya con más de un lustro en el recorrido de este apasionante forma de encuentro interpersonal.
Creo que puedo establecer algunos puntos sobre este tema en parte por todo lo reflexionado durante y de manera posterior a mi formación, y en parte por lo vivido en la práctica y en el encuentro con las personas, y considero que ahora puedo comprender y proyectar de mejor manera el coaching y la práctica del mismo.
Defino al coaching como un proceso de acompañamiento personal que busca ayudar a la persona de acuerdo a la propia categoría en que ella considera que debe ser ayudada; una metodología que emplea para lograr su cometido herramientas concretas que favorecen el autoconocimiento y la introspección. Es la construcción de nuevas rutas y perspectivas en el aprendizaje personal que permiten al participante experimentarse escuchado de un modo más pleno por sí mismo, desterrando el juicio, derivado de un difícil diálogo interno, que limita sus posibilidades.
Este método de diálogo para el acompañamiento debe esfuerzarse por no construirse a partir de un sesgo directivo; debe procurar siempre el Coach apoyar, mediante toda su pericia y conocimiento, a que la persona que recibe el coaching pueda encontrar por sí misma, y de acuerdo a los recursos internos con los que cuenta, respuestas validas que orienten su propio camino. Es tarea firme de exploración respetuosa, guiada por el asombro, ir en búsqueda de información valiosa que le permita a la persona obtener una nueva perspectiva de sí misma ante los retos que su existencia le presenta, en el día a día, dentro de muy diversos ámbitos de en su vida.
El Coaching como una vía de apoyo a la persona, planteado desde y por la persona misma, se convierte así en una herramienta que permite que el hombre de hoy se sienta acompañado y no direccionado. Es, en este sentido, una apuesta fundamental por la esencia de la humanidad, la confianza en las posibilidades de cambio y mejora que moran dentro de nosotros mismos y que no siempre, por el contexto, educación y desafíos que experimentamos, pueden salir a flote.
Buscamos con ahínco en este proceso lograr conectar con lo esencial, innovador y diferente, que cada uno de nosotros es. Mediante este tipo de conversación, la persona se reconoce gradualmente como un actor transformador que puede “contagiar” de sentido su motivación, la decisión, la expectativa y, por qué no decirlo claramente, la esperanza de que uno es capaz de reconciliar lo que es, lo que quiere, lo que puede y lo que debe ser, de acuerdo al desafío que uno descubre sobre sí mismo en cada una de las sesiones de encuentro a lo largo del caminar en conjunto.
En el musical de “El hombre de la Mancha” el personaje de Cervantes, representando al Quijote, expresa una frase que me resuena de forma importante en el intento de clarificar cada vez más mi práctica como coach:
“no ames solo lo que eres, sino que ama profundamente lo que puedes y debes ser”.
El Coaching que tiene en sí mismo, desde mi perspectiva, mucho del espíritu noble del Caballero de la Triste Figura (quien en la vulnerabilidad más profunda revela su verdadera grandeza) es una forma de hacer realidad el “sueño imposible”; es la posibilidad real y fehaciente de alcanzar la estrella inalcanzable, de mantener los brazos abiertos a pesar del cansancio que la vida suele conllevar en una época agitada como la nuestra. Es, sin duda, la afirmación de poder expresar, sin temor y con arrojo, las ideas centrales de la pieza principal del musical referido:
y yo sé que si logro ser fiel a mi sueño ideal,
estará mi alma en paz al llegar
de mi vida el final.
Y será este mundo mejor
si hubo quien, despreciando el dolor,
luchó hasta el ultimo aliento por ser siempre fiel a su ideal...
¡A por ello! ¡Vamos por más!