Nos encontramos prácticamente llegando a la mitad del primer mes del año. Las primeras semanas han estado dedicadas a ir desempolvando, después del descanso decembrino, en medio de la vorágine de aún encontrarnos en la incertidumbre de la pandemia.
¡No podemos decir ya que todo ha pasado y que nos encontramos igual que antes de todo este complejo escenario!
El mundo en el que vivíamos no sigue siendo el mismo que ahora nos acoge, y no nos engañemos: ¡no habrá de serlo!; los rápidos cambios que experimentamos y el no saber hacia dónde dirigirnos para encontrarnos un poco más seguros, en diversos ámbitos, nos hace movilizarnos con considerables dudas y trastabillar en la comprensión de lo que nos ocurre. Una especie de reminiscencia de nuestros primeros pasos y nuestras primeras palabras.
¡Esto que vivimos, y puede ayudar considerarlo así, es también un recomenzar! En nuestra vida, sí lo pensamos con detenimiento, hemos tenido que “recomenzar” en diversas etapas y a lo largo de muchos instantes. No solo es un simple reinicio, sino que esto implica una reconstrucción; la posibilidad de redefinir mucho aquello de lo que somos, queremos y podemos. Y para ello, sin duda, necesitamos ir nuevamente al reencuentro de nuestros valores e ideales para ahí encontrar un renovado sentido y propósito que acompañe este momento preciso.
Se hace necesario reencauzar la mirada, agudizar los sentidos y procurar fijar la atención para que, a pesar de la niebla que nos rodea, seamos capaces de continuar la senda, de afirmar los pasos y no soltar el ánimo de seguir adelante. ¡Aprendamos a confiar nuevamente y estemos dispuestos a no interrumpir nuestro aprendizaje!
Recomenzar, reconstruir, redireccionar.
He ahí una ruta. ¡Manos a la obra!