En los últimos cinco años, en diversos diplomados, cursos y clases, he venido trabajando, tanto con jóvenes universitarios como con profesionistas, en rutas y prácticas que favorezcan el posicionamiento de la marca personal como un elemento diferenciador que, en un mundo tan competitivo, permita construir y asociar valor agregado.
La marca personal, esa frontera que puede unir o desunir lo que tú dices de ti y lo que los demás efectivamente reconocen en ti, es sin suda el mayor instrumento que podemos aprovechar para generar un posicionamiento que te permita destacar en el campo profesional, con un marcado sello personal, que te permita ir madurando la dimensión laboral y vocacional a la que te sientes llamado.
Siendo un concepto que se ha venido difundiendo con fuerza, desde hace unos veinte años, esta referencia de posicionamiento tiene además, desde mi perspectiva, un gran relieve que pocas veces se atiende con esmero. Trabajar la marca personal, con consciencia y dedicación, es sin duda un ejercicio de autoconocimiento.
Es este un camino, hasta cierto punto seguro, para hacer un viaje interior y descubrir la propia esencia y el anhelo de construir un verdadero proyecto autobiográfico. Es la valentía materializada en atreverse a encarar preguntas específicas, cuyas respuestas deben integrarse y no contraponerse: ¿quién soy ahora?, ¿quién quiero ser?, ¿quién puedo ser? y, desde luego, ¿quién debo ser?
Si planteo la construcción de la marca personal desde el autoconocimiento y la introspección, es porque estoy convencido de los beneficios de este recorrido interno. Una protección además, en la intención honesta de posicionarse profesionalmente, de caer en el riesgo de reducir la marca personal a un ejercicio puramente cosmético. Hay un sinnúmero de recomendaciones superficiales para la marca personal: elegir colores que nos gusten, tomarnos una foto bonita, construir un lema “pegador”, y definir un logotipo de “impacto”. Debemos ver más allá, debemos darnos cuenta que estamos ante un gran ejercicio de comunicación interpersonal y debemos encararlo de manera directa con lo mejor que tenemos y lo que podemos dar.
Si encontramos la respuesta en nuestro interior, si aprendemos a potenciar lo que somos, los elementos cosméticos de la marca, a los que me he referido antes, tendrán la sustancia suficiente para “amasar” ese verdadero valor agregado y se integrarán de manera armónica. Las palabras, los colores, las imágenes, habrán de posicionar adecuadamente lo que hemos aprendido de nosotros mismos y lo que deseamos proyectar a quienes nos rodean. El resultado del autoconocimiento, como camino para la marca personal, será un ejercicio honesto de autoafirmación que, desde la seguridad del conocimiento y no de la presunción, nos permita alcanzar ese punto de coincidencia entre lo que somos y lo que los demás observan en nosotros.
Tip a considerar. No es un camino que debas recorrer solo. El coaching o la mentoría se pueden considerar como espacios de ejercicio para este viaje interior y para el descubrimiento de la materia prima que nos permita, con estrategia, construir el posicionamiento de la marca personal como un despliegue de auténtica creatividad y de aceptación del talento, pasión y compromiso, que emana desde nuestro interior.
Me despido, por esta semana prometiendo volver la próxima para profundizar en recomendaciones puntuales, con una frase que puede ser un parámetro ético para la construcción de la marca personal:
“Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas, porque ninguna simulación puede durar largo tiempo” - Cicerón
¿Habrá taller de Marca personal?