Nota previa:
Según el Diccionario de la Real Academia Española, serendipia se define como el “hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”. En el ámbito de la lectura, esta experiencia ocurre cuando, al leer varios textos al mismo tiempo, surgen conexiones inesperadas, ideas que se entrelazan sin haber sido planeadas, y descubrimientos que amplían nuestra comprensión de los temas.
Hace tiempo supe que Karol Wojtyła tenía la capacidad de leer, sin perder el hilo, entre cuatro y cinco libros en un mismo periodo. Esta habilidad me impactó profundamente. No solo por la agilidad mental que implica, sino porque, observando su vida y sus escritos en filosofía y teología, veo cómo esta capacidad de pensamiento en múltiples pistas influyó en su obra y en su manera de interpretar el mundo.
Wojtyła no solo tenía un intelecto privilegiado, sino que fue autodidacta en circunstancias extremas. Durante la Segunda Guerra Mundial, mientras trabajaba y estudiaba, la escritura –primero poética y dramática, luego académica– le sirvió como un mecanismo de resiliencia, pero también como materia prima para un propósito vital que terminaría por cambiar la historia.
Desde entonces, con mi humilde esfuerzo, he intentado desarrollar algo similar: traer la mente en varias pistas al mismo tiempo. No solo para seguir un tema que me interesa, sino para la preparación de mis clases en la universidad y, en general, para ampliar mi capacidad de comprensión y creatividad.
Leer varios libros a la vez no es sencillo, pero me ha permitido descubrir conexiones inesperadas, casi como si los libros comenzaran a conversar entre sí. Para no perderme, llevo una libreta de apuntes que me ayuda a rastrear las ideas y visualizar cómo se entrelazan en mi imaginario, decorando mi propio “palacio de la memoria”.
Beneficios que he encontrado en este proceso:
Panorama expandido: Contrastar perspectivas entre distintos autores y enfoques amplía la mirada.
Identificación de ideas clave: Se reconocen patrones y puntos de conexión entre conceptos aparentemente dispares.
Dinamismo en la lectura: Alternar entre textos evita el aburrimiento y permite que las ideas “reposen” antes de ser retomadas.
Materia prima para la enseñanza: Me permite incorporar de manera constante referencias relevantes en mis clases y conferencias, enriqueciendo mis presentaciones con ideas frescas y conexiones inesperadas.
Cultura general en crecimiento: Las ideas y conceptos no se estancan ni se oxidan, sino que se integran con lo que ya habita en mi mente, ampliando mi comprensión y completando una visión más rica de la experiencia humana.
Sistematización de recursos para mentoría: Identifico y organizo materiales clave que fortalecen mis servicios de liderazgo y comunicación en el acompañamiento personal, asegurando que cada sesión cuente con referencias sólidas y aplicables.
Desafíos que aún trabajo:
Encontrar tiempo en la rutina diaria (mi solución: 30 minutos de lectura al despertar).
Ser constante con el registro de notas (a veces las ideas se disipan si no las capturo a tiempo y eso detona cierta ansiedad de que la mente no me funcione bien cuando la necesito).
Integrar mis propios sistemas de notas entre “dos mundos” (entre lo analógico de mi libreta y lo digital en Notion).
Hacer el “maridaje” adecuado entre libros (evito mezclar demasiados temas, aunque combinar un libro de consulta con uno literario me funciona en vacaciones).
Hoy, creo que los beneficios superan con creces las dificultades. Así que lanzo esta reto a mis lectores:
¿Te animarías a probar leer dos libros al mismo tiempo? ¿Cómo crees que podrían dialogar entre sí en tu mente? Me encantaría leer tus experiencias.
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Nota final:
Mientras escribo este texto, estas son las obras que transitan por mis pistas de lectura y nutren mi preparación de clases universitarias:
Teoría general del coaching y Self-management, ambos de Leonardo Ravier.
La experiencia humana elemental. La veta profunda del magisterio de Juan Pablo II, de Angelo Scola.
Comentarios a la Veritatis Splendor (varios autores, BAC-Madrid).
K. Wojtyła. Un pastor al servicio del Vaticano II, de Gabriel Richi Alberti.