Trofeos
¿Qué experiencias y situaciones de tu vida podrían clasificarse cómo triunfos? Cuando las cosas pueden irnos un poco mal, solemos pensar que nada se ha logrado nunca.
La insatisfacción del terrible sabor de boca que podemos experimentar, ante retos y desafíos actuales, tiene un efecto pernicioso en nuestra memoria: ¡suele generalizar que el fracaso de hoy ha sido una constante desde siempre! ¡Nada más fálso!
Cada uno de nosotros acumula, seamos conscientes o no, un considerable número de logros positivos en nuestro pasado. Pequeñas o grandes experiencias, pero nos hemos sabido en algunos momentos exitosos. Al conseguir algo que parecia imposible, al lograr algo en contra de todos los pronósticos, hemos experimentado en mayor o menor medida el buen sabor de boca del saberse "arquitecto del propio destino", como decía Amado Nervo.
Si estás pasando por un mal rato es prudente traer al presente aquellas experiencias exitosas; hacer vivas las emociones y sensaciones positivas que el triunfo produjo y no olvidar, aunque sea un gran desafío, el aprendizaje que provocaron. Hoy te invito a imaginar a través de una visualización.
La dejo aquí para tu reflexión, en dos modalidades. En primer lugar, en un audio que podrás reproducir cuantas veces quieras. La segunda, en un breve texto que puede acompañar tu escucha.
Escucha el audio aquí:
Se sugiere una relajación previa y algunos ejercicios de respiración. Una postura cómoda, en un espacio adecuado puede ser de mucha ayuda para ti.
Lee el texto aquí:
Imagina conmigo que en tu interior, en el espacio más profundo de tu reflexión, está dispuesto un pequeño y acogedor salón, con adecuados acabados de madera. Ese salón ha sido creado, es su razón y motivo, para mostrar y lucir toda la serie de triunfos y logros que han hecho de ti la persona que hoy eres. Decides entrar, encender la tenue luz y observar lo que hay. La temperatura es agradable para ti, una sensación de comodidad y disfrute te embarga.
Admiras la gran vitrina que te espera al fondo del salón, adecuadamente empotrada entre las columnas que sostienen el espacio. Frente a la vitrina descubres que hay una cómoda silla. Te diriges hacia ella, la utilizas y te dispones a observar que hay delante de ti. Analiza por un momento lo que tienes enfrente. ¿Cuántas repisas hay?, ¿De qué material están hechas?, ¿Madera?, ¿Cemento?, ¿Metal?, ¿Cuántos niveles tiene tu vitrina? ¿Cómo es el vidrio que protege tus victorias? Reparas de pronto en una realidad; te das cuenta ahora que aquello puede ser más grande de lo que habías observado, y si bien hay algunos trofeos aún hay algo de espacio para incluir otros tantos.
De lado izquierdo, en la parte de arriba, ves una fecha cuidadosamente anotada en una placa de metal. Es la fecha de tu nacimiento. Desde luego que no recuerdas con consciencia ese momento, pero sabes que ahí has comenzado a vivir. Recorres la vista, en la parte superior, navegando con los ojos hacia el otro extremo. Tu vista, lentamente, se dirige al centro de la vitrina; casi a la mitad de la misma, o un poco más allá, encuentras otra placa. La puedes ver con claridad, parece nueva, recién colocada. Y tiene anotada la fecha de hoy. Este es el día en que te has sentado a observar desde esta silla, en este salón, en el interior de tu reflexión. Ha quedado constancia de esta visita.
Tu vista, inquieta, regresa ahora al primer ámbito observado. Un poco más allá, dejando atrás tu nacimiento, hay algunos pequeños trofeos. Un poco empolvados, pero aún es posible notar su brillo y su valor. ¿Cuáles son esos primeros logros de tu infancia?, ¿Qué aprendizajes, dificultades y competencias tuviste que sortear para conseguirlos? Emocionado, decides dejar la silla y acudes a la vitrina, desplazas el vídrio y deseas tomar en tu manos el más valioso trofeo de aquellos primeros años ¡Es de oro! ¿Qué forma tiene el trofeo que tienes ahora contigo?, ¿Cómo se siente volver a tenerlo en tus manos?, ¿Por qué lo ganaste?, ¿Quién te ayudó a lograrlo?, ¿Cómo te sentiste cuando finalmente era tuyo? Recuerdas todo esto en poco tiempo; una dicha, capturada en una lámpara, parece alumbrar el salón con una mayor intensidad.
Agradecido por este recuerdo, animado por la luz que te ha traído, limpias un poco el polvo y acomodas tu infancia de nueva cuenta. Acabas de colocar ese trofeo especial, en el centro del área que tiene reservada, y tu vista quiere seguir adelante, quiere ir más allá. No regresas a la silla, no por ahora. Caminas poco a poco, buscando, sabiendo que hay algo más para ti. Admiras otras victorias, algunas son pequeñas medallas, otras algunos diplomas; también hay trofeos pequeños, unos más largos, algunos asemejando el color del bronce y otros el de la plata. Son experiencias que te permitieron avanzar y continuar cosechando aprendizajes.
Al alzar la vista, en otro nivel de la vitrina, lo descubres. Tenías tiempo de no verle, parecía que lo habías olvidado. Recorres la siguiente parte del vidrio. Nuevamente hay un exceso de polvo que sacudes soplando levemente, ¡y ahí está para ti! El mayor de tus logros en la siguiente etapa de tu vida. Ya no eras un niño cuando lo ganaste, requirió el doble de esfuerzo. Reclamó todo de ti. Te desgastó, no todo fue agradable. Pero al final, lo alzaste mostrándolo a todos. ¿Por qué conseguiste este triunfo?, ¿Qué te dice la placa en la base del trofeo?, ¿Cuál fue el premio que acompañó a esta pieza de metal?, ¿Quién celebró contigo este logro concreto de tu vida? La luz, nuevamente, ha ganado mayor intensidad. Puedes ver con mayor claridad la vitrina y lo que guarda para ti, dejando ese otro gran logro de tu vida continuas observando. Te das cuenta que también están los espacios de los trofeos perdidos y de los que simplemente no ganaste. No experimentas rencor, ni desilución. Hoy no. Hoy aquello no puede apagar la luz de este espacio. Sabes bien que lo que no se logró, permitió que otro tanto se alcanzara.
Continuas tu recorrido por la vitrina. Imagínalo un poco más, unos minutos más en este salón, en este espacio. ¿Qué otras victorias hay en tu recuerdo?, ¿qué ganaste?, ¿qué demostraste?, ¿qué cambió en ti al conseguir lo que querías? La luz se vuelve estable, y decides regresar, después de dejar cuidadosamente tus trofeos y recorrer el vidrio, a tu cómoda silla.
Vuelves a contemplar tu vitrina; agradeces lo vivido, y sabes que hay aún más experiencias esperándote. Cuentas con espacio para más trofeos y más triunfos. Unas preguntas entonces rondan tu mente: ¿qué puedo obtener de aprendizaje de estos trofeos, de estos logros, para el reto y momento actual de mi vida? ¿En qué se parecen los retos que viví y superé a los que ahora me desafian? Si logré estas cosas, que ahora tengo delante de mí, ¿que tan capaz soy de seguir cosechando triunfos?
Te incorporas, dejas tu silla. Das una última mirada a tu vitrina, a tus recuerdos, y te diriges a la salida. Apagas esa luz estable sin miedo, sabes que puedes encenderla nuevamente. Tus pasos te llevan nueva cuenta al mundo exterior; emerges desde tu interior y lentamente tomas consciencia del lugar en el que te encuentras y sabes que, a partir de hoy, cuentas con ese espacio especial para recordar que el fracaso, la desilución y la derrota no son una consante, son experiencias, son momentos. Han estado y se han ido. Tus victorias, tus logros, están ahí para ti. Las veces que quieras y cuando quieras podrás visitar tu salón de trofeos.
¡Gracias por imaginar conmigo!